MADRID, MADRID, MADRID

Ayer regresé de mi visita relámpago a Madrid.

Han sido unos días agotadores, pero extremadamente placenteros. No he podido ver a toda la gente que quería ver, pero sí he querido a todos los que he visto.

Me da especial pena no haber encontrado hueco para convocar a unas cañas a mis apeciados Andrés y Javi (los mejores músicos del planetas, con permiso de Kenny G), o al señor Rafa AW, cuya llamada perdida encontré demasiado tarde.

La estancia en Madrid ha consistido en pasear, comer, ver gente, comer, ver gente y pasear. Parece sencillo, pero les aseguro que tiene su mérito.

Al margen de mi vida privada, que ha ido estupendamente bien, hay un par de cosas que merece la pena resaltar:
1- Los Cronocrímenes:


Por fin he podido ver la peli de Nacho Vigalondo. Recibí un soplo procedente de contactos privilegiados, y me zambullí en un pase para distribuidores de la cronocriminalidad vigalondiana.

Yo, a su vez, transmití el soplo a Kike y a su amigo Marcos, a los que por fin pude poner cara más allá de los píxeles del Youtube, durante un agradable almuerzo.

Me gustó mucho los Cronocrímenes. Me pareció una peli más humilde y menos pretenciosa de lo que nos quieren hacer creer. No sé si los medios y el boca a boca le hacen flaco favor a la película intentando hacerla pasar por algo que no es.

Yo personalmente he visto en los Cronocrímenes una película hecha con dos COJONES, y con mucho amor por el cine, y mucho oficio. Tiene sus problemillas, por supuesto, pero la peli inspira mucho cariño, e invita a ignorar (o mejor todavía, a asumir) esos detalles.

Creo que Vigalondo declaró en alguna entrevista que el director ideal para dirigir el remake americano sería Brian de Palma. La peli, en efecto, recuerda bastante a De Palma. De hecho, recuerda al que probablemente sea mi De Palma favorito: El que se lució en los ochenta con joyitas como Doble Cuerpo, Impacto, Vestida para matar...

Por otro lado, encuentro en la peli reminiscencias al surrealismo más turbio de David Lynch bailando con la sobriedad más sórdida de los Hermanos Coen.

En otros aspectos he encontrado influencias de Zemekis, pero no por la cuestión del viaje en el tiempo, sino por la manera de usar los objetos en la trama como elementos significativos. Y Bob Zemekis, a su vez, lo heredó de Hitchcock, que a su vez influenció al anteriormente mencionado De Palma. Por lo que, una vez más, descubrimos que esto del cine es una casa de putas muy pequeña.

Veo muchas similitudes entre esta peli y los anteriores peldaños en la carrera de Vigalondo. Los Cronocrímenes no deja de ser una especie de "hermana mayor" de algunos cortos vigalondianos. Me vienen a la cabeza, concretamente, el mítico Código 7 y el más reciente de Cambiar el mundo. En ambos casos, hablamos de historias de ciencia ficción contadas con elementos cotidianos, un solo personaje y una sola casa. En los Cronocrímenes, la ambición del autor llega hasta el punto de ampliar la fórmula a cuatro personajes y dos casas.

Y no voy a seguir, porque de hacerlo, incurriría en el spoiler.

Simplemente decir que otro de los puntos fuertes de la peli (en mi opinión) son el ritmo trepidante y la magia de ver elementos de ciencia ficción deudores de los años cincuenta y ochenta en un entorno que bien podría pertenecer a una peli de Imanol Uribe o Fernando León de Aranoa.

Con respecto a los problemillas, se los comentaré en persona a Vigalondo la próxima vez que coincida con él, si surge la ocasión. Pero no pienso ponerlos aquí. Que bastantes problemas está teniendo para estrenarla dentro de nuestras fronteras, y os aseguro que la peli está muchísimo mejor que muchos engendros nacionales e internacionales que sí llegan a las pantallas.

Tiene cronodelito...

2- El conciertazo de Calipo A.


Arrastré a mi novia hasta la Sala Caracol de Madrid, sintiendo una tonelada de remordimientos, porque mi novia no es friki (es demasiado encantadora para serlo) y aquella sala estaba repleta de gente que se había caído de pequeña en la marmita de lo friki. ¡Qué coño! Aquella sala era la puta marmita.

Pero cuando los Calipo empezaron a desplegar sus artes, incluso mi novia disfrutó como una niña. Porque "Calipo A es la ostia", y estuvieron tan en forma como siempre (aunque el sonido estaba tan alto que costaba trabajo apreciar las letras).

Disfrutamos también de la compañía de mi apreciadísimo Dani Méndez. Una compañía regada con risas y cerveza, como Dios manda.

En esta ocasión, los Calipo actuaban como teloneros de otro grupo glorioso del que hablaremos en breve. Lamentablemente, eso les obligó a darse más prisa que en otras ocasiones, y el repertorio del concierto se dejó fuera algunos temas impagables, como "La bosa de la cosa", o los temas instrumentales de Bubble Bobble y Monkey Island.

A pesar de ello, el menú estuvo bien escogido. Sonaron algunos de mis temas favoritos (Seagal, Zombies, Maníaco al descargar, el sempiterno Brother Luigi...) y se presentaron en sociedad (al menos en esa limitada sociedad formada por mí) algunos temas nuevos.

Y el gran David... ¡oh, Dios! Lo volvió a hacer... Volvió a lucir la camiseta de Gritos en el Pasillo durante todo el concierto. El recurrente albornoz verde volvió a combinar con nuestros manises.



Nenas: David White está ahí para demostraros que la combinación más sexy es: Camiseta de Gritos con albornoz verde. O la camiseta sin nada más, o el albornoz verde sin camiseta...

Después del concierto me compré el CD de los Calipo. ¡¡Ya tienen CD!! La edición es extraordinaria. Muy bien maquetada, muy fiel al espíritu del grupo. Única pega: ¡¡Sólo tiene seis canciones!! Uno lee la contraportada y echa de menos muchos de los títulos estrella del grupo.

Pero... ¡Dios! ¡Menuda contraportada! Consiste en una ventana del Emule, con todos sus botoncitos e iconitos, en la que aparece la lista de canciones como si estuviesen descargándose en el emule, con su barrita de progresos, y todo. Pura declaración de intenciones.

La galleta del disco es el "simon". Últimamente a todo el mundo le ha dado por usar el Simon como guiño ochentero. Reconozco que llega a saturarme. Lo vi en "Cuento de navidad" de Paco Plaza, e incluso en el flashback de un capítulo de Gominolas. Pero a los chicos de Calipo les permito usarlo. Tienen la "enfermedad" en un estado tan avanzado, que probablemente ya tenían la idea antes de que se pusiese de moda.

Y cuando uno retira el disco de la bandeja... ¡¡¡Aaaaaaahhhhhh!!! le saluda el careto de Garfunkel...

La lista de canciones del CD es: "En calzones", "Maníaco al descargar", "La canción del entrenamiento", "Blog", "Caracuero" y "La invasión oriental (fake live)". Con muy buen sonido. Muy bien producidas, y con intros de pelis y todo. Memorable el momento de "Están vivos" de Carpenter.

Otra cosa que me llenó de honores y de orgullo, es encontrar mi nombre en los agradecimientos del CD. ¡Mil gracias, Migle! Y mil gracias a David, por conseguirme entrada dentro de la vorágine de overbooking. Y mil gracias a todo Calipo por ese conciertazo y este pedazo de CD.

Me dio muchísima pena no poder quedarme en la sala para presenciar el concierto de Mamá Ladilla. Tengo muchísimas ganas de verles en directo. Espero poder asistir al próximo.

No obstante, tuvimos la suerte de intercambiar unas palabras antes del concierto con Ferro (batería de Mamá Ladilla y antiguo profesor mío de la universidad) y Juan (cantante y guitarrista de Mamá Ladilla). Me sorprendió lo tranquilos y relajados que parecían. Eran el plato fuerte de la noche, y estaban allí, como si tal cosa. ¡Lo que hacen las tablas y la veteranía!

Y tras eso, pues otra vez lo mismo: Comer, pasear, ver gente, pasear, ver gente, comer...