Acabo de llegar a tierras vikingas.
Con lo bien que se vive en España, y heme aquí, en la patria de esa sirenita cuyo cuerpo entero es más pequeño que los cojones de nuestro toro de Osborne.
Llegué a Dinamarca mal dormido (cosa normal en mí) y mal comido (cosa normal en Iberia).
El aeropuerto de Copenhague es como si la T4, además de insufrible, fuese vieja, claustrofóbica y funcionase peor todavía de lo que funciona.
El resto de la ciudad parece funcionar bastante bien, y es incluso más agradable de lo que recordaba. Una ciudad horizontal, desparramada en las cuatro direcciones, pero con enfermizo orden y primor, como si cada edificio fuese un taperware en la mantita de picnic de Bree Van de Kamp.
Los daneses son un poco como su ciudad: Hermosos y aburridos. Aunque creo que eso es un juicio apresurado por mi parte (tanto en el caso de la ciudad, como en el de los habitantes). De momento, el ochenta por ciento de los daneses con los que he tenido contacto de tercera fase son serios, antipáticos, casi como máquinas. Con la salvedad de que las máquinas, aunque no sean agradables con nosotros, se abstienen de juzgarnos. Y los daneses, en cambio, tienen una curiosa virtud de hacerte pensar que les caes mal. O ni siquiera eso: Que te desprecian. Creo que la palabra perfecta para definirlo sería desdén.
Espero ir descubriendo poco a poco la cara amable de los dinamarqueses. De momento, estoy empezando a pensar que Tor es una singular excepción, una rara avis en su especie; que deberíamos adoptarlo y nacionalizarlo español.
Y los cabrones de los daneses se esfuerzan por reafirmar su cliché: Copenhague está lleno de ciclistas. Uno tiene la sensación de estar todo el rato caminando por el escenario de Chun-li.
Y las palomas parecen entrenadas por el propio Hitchcock para atacarte a la cara. ¡Os juro que hoy una me rozó la sien con el ala!
Mi almuerzo ha consistido en una ensalada triste, diseñada por Dreyer, con unos trozos de pollo adobado, y un bacon carbonizado, o quizá eran los dedos de ese tal Roderick al que Jack Nicholson estrecha la mano en Batman. Todo ello regado con un suculento vaso de agua con gas por el que me han cobrado más de lo que me cobran por un tercio de Heineken, en el mejor de los garitos nocturnos de Madrid.
Ahora estoy atrincherado en mi habitación del hotel, y la voz de Joaquín Sabina me sirve de consuelo, y de autoengaño, y de autoflagelación nostálgica. En estos momentos suena en el altavoz “Yo me bajo en Atocha”, canción harto dolorosa cuando uno se encuentra más cerca del Polo Norte que de Atocha.
La habitación del hotel no está nada mal. Tiene cuatro paredes, dos camas, un baño, una tele que he desenchufado para encender este portátil, y dos agradabilísimas sorpresas que han aumentado mi calidad de vida más que la penicilina y el blu-tak:
Sorpresa número uno: El hotel tiene una excelente red wi-fi que me permite estar conectado a internet desde mi habitación. Y es una ventanita desde la que poder asomarme a mi querida España, o hacia cualquier otra necesidad pragmática u onírica, entre las que cuento el hecho de poder escribirles estas líneas y colgarlas así, tan fresquitas.
Sorpresa número dos: ¡En la habitación hay un hervidor de agua! Yo soy un friki de los tés. Me refiero a un friki de verdad. No a ésos que manchan la pureza del té con saborcitos de arándanos sintéticos, o se comen el nuevo colgate con té verde, o descubren “su puto yo-oriental con Tealia”. Me traje a Dinamarca, por si acaso, una pequeña provisión de tés, pero sin esperanzas serias de encontrar una manera sencilla de preparármelos cuando yo quisiera. La presencia de ese hervidor en la habitación del hotel me garantiza que, al menos durante estos seis días de Copenhague, podré beber mis tés.
A estas alturas de la noche, he dejado aparcado el té y estoy tomándome un rooibos calentito.
Mañana comienza el seminario de Storyboard que tenemos que hacer Tor y yo para romper el hielo. Como dije en un post anterior, lo imparte un tío de Pixar. Un tal Mathew Luhn, que ha trabajado en Monstruos.S.A, Toy Story 2 y Nemo.
Tras los cinco días de seminario, nos iremos más de un mes a una residencia de artistas en Viborg, un lugar del centro de Dinamarca, verde y llano, como una mesa de billar.
Allí estaremos recluidos, a lo Jack Torrance en El Resplandor. Si veo que Tor o Raúl empiezan a poner voces raras moviendo el dedito, cogeré un hacha y los perseguiré por todo el edificio.
Y ahora, con el permiso de todos ustedes, me voy a tomar otra taza de rooibos.
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6 comentarios:
Tu ser bienvenido a este nuestro pais.
El tono de su arti culo no nos ha de ser del todo gratificante.
Encomendamos a su persona que sea algo menos zincero con pensamientos acerca de Denmark.
!Por su buenaventura!
P. D: El tema NAZI no se toca o aplastamos su necio corazon.
Saludos desde España.
Tranquilo, todo va a ir muy bien.
R & insecto.
Mucho frio y pocos cacahuetes hacen de Juanjo un chico aburrido.
Estaremos al tanto de tus divertidas aventuras en el norte. A lo mejor tienes suerte y te encuentras un Troll de las Nieves. Como allí hay pleno empleo igual te atiende en un café o algo.
¡Y acuérdate que nos tienes que contar que tal el cursillo pixarero!
Eso, acuérdate de estos pobres directores inútiles que tenemos la necesidad de dibujar TODA la puta peli...
He estado de rodaje del piloto este finde y el cabrón de Mario va improvisando los planos casi sobre la marcha... ¡Como lo envídio!
Que conste que esa ala de paloma en tu sien no fue un accidente, fue un aviso.
Y no es que los daneses sean aburridos, simplemente no te conocen. Mis vecinos en España (o por el mismo caso, los de aquí) no me conocían y debían pensar que yo soy un aburrido hijo de puta...aunque claro, este ejemplo no sirve del todo, porque en este caso acertaron.
Aunque tú bebes el té asqueroso (María también está enamorada del rooibos) yo soy 100 veces más friki que tú en cuanto a los tés, pero yo soy especializado en té negro (me casco 6 tazas enormes al día). Y si Dinamarca es como suecia, vas a tener agua caliente en todos los cafés y restaurantes para que te hagas tu té.
A pasarlo bien y adisfrutar el wifi gratis, algo que en Escandinavia toman como normal, así como los hoteles de españa creen que las puertas son normales.
aleeee
¡Gracias R&insecto!
Kike y César: Por supuesto que os contaré sobre el curso Pixero, pero esperaré a haber recivido más de una jornada.
Mientras tanto, colgaré una nueva entrega de nuestro amigo el Productor Impasible.
Melonian: Los daneses siguen sin ser la alegría de la huerta, pero parecen buena gente. De un modo u otro, estar aquí está resultando más agradable de lo que pensaba.
Hmmm... Rooibos...
¿Has probado el Rooibos Victoria? Qué rico...
Slurp.
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